Espero, paciente, mientras los primeros rayos del sol empiezan a calentar el ambiente de la Costera cuando por fin regresan las muchachas caminando y se colocan frente al bar Barbarroja: se ven cansadas. Se me acerca la más alta, se llama Sofía, es morenita. Sonríe primero y luego se ofrece: “Dame 500 y me quedo a dormir contigo”. No hay trato y subo al coche.
Apenas he avanzado unos 50 metros y un taxista se me empareja y revienta en gritos: “¿Oye, socio, buscas una chamaca yo tengo muchas,?”Se detiene. En cinco minutos aparecen otras siete niñas, entre 12 y 14 años, y empieza el regateo: cada una, como las otras, cobra 300 pesos por dos horas de sexo. A unos metros, un par de policías escucha la conversación y no pasa nada.
Frente a la zona del Barbarroja, donde se encuentran el antiguo Hotel Romano Palace y algunos de los restaurantes más asistidos del puerto, el acapulqueño de pantalón de mezclilla recortado, cabello al hombro y bigote ralo se da cuenta del asombro del posible cliente:
—Mira brother, aquí una mujer ya esta vieja a los 21 años para ser puta ahí en Caleta, como a esta hora, ya hay niñas en la playa que por 100 pesos te hacen el oral y por 200 te las coges, pero ahí mismo, no hay cuartos. Por 600 te las llevas toda la noche, ahí mismo te dicen dónde consigues un bungalito.
—dice, mientras mi grabadora, oculta, registra sus comentarios.
Tampoco hay trato. Enciendo el coche y sigo por la Costera. Frente al Hotel Fiesta Americana doy vuelta hasta la Diana y regreso al mismo lugar, donde entre familias y parejas una veintena de sexoservidoras, la mayoría adolescentes y bachilleres, ofrece sus servicios recargadas en las rejas de un bar.
Son casi las siete de la mañana del sábado, el sol que ya pega con todo y diluye la parranda; la música que sale del Barbarroja, de Disco Beach y de La Langosta se ha terminado y la resaca comienza a hacerme efecto. Decido regresar por la noche.
Las luces de los bares se volvieron a encender y la música de los mismos bares a opacar las pláticas de los turistas. Mantengo fija la mirada y me acerco. Enciendo la grabadora que me he metido en el cinto... La mayor de las prostitutas me aborda y platicamos.
—¿Buscas una chica?
—Sí, pero una chiquita.
Entonces la porteña llama a gritos a una de sus compañeras. “Paris, Paris, ven, acá te buscan”, le dice mientras que aquella camina aún evidenciando su niñez. “Va a cumplir 14”, dice la primera. Cuando la pequeña prostituta —de minifalda azul y corpiño blanco— llega y pregunto su edad.
— No, la verdad digo que tengo 16 a la policía y con eso ya no hay bronca hago lo que tú quieras, ya aprendí a hacer de todo. Dame 300; te hago sexo oral, besos y si quieres anal me das 50 más. Son todas las relaciones que aguantes —explica con aire de experiencia.
Pero Paris, al igual que otras niñas, deambula de día por Plaza Bahía. Ahí es abordada y contratada, aparece y desparece en una hora. Otras niñas son prostituidas en las casas de cita de Avenida Cuauhtémoc o en las calles de Chihuahua, Sonora y Acuña, de la colonia Progreso, a tiro de piedra del cuartel donde se concentran las policías estatal y municipal.
Las de 15 a 17 años, las mayores, son tratadas por teléfono para dar servicio en moteles, hoteles de paso o en algunos de la zona dorada. Ahí personal de seguridad les pide una tercera parte para dejarlas trabajar. Cuando son sorprendidas por gerentes o personal femenino son desalojadas de manera violenta.
Otros lugares donde se puede contactar a menores de edad son el restaurante Hooster y en la entrada de los table dance Tabares, Foxys, Maxim, Platinum. En estos últimos la relación sexual con bailarinas o ”chicas de salón” se concreta con un pago de mil pesos dentro del mismo establecimiento.
PLAYAS Y BARES DE PASO. Al alba el reportero confirma la sugerencia del taxista. Llego a Playa Caleta. Parece zona de fiesta cuando no hay música. En esa pequeña playa, algunos hombres pasean solitarios. Ninguno es joven. Alguno se recuesta en la playa y de inmediato se acercan no menos de tres niñas y niños.
Se les paga y ahí, en penumbras. Tienen relaciones sexuales. Cada 20 minutos pasa una patrulla de la policía municipal, a veces son estatales. Cuando se acercan a la playa todo mundo corre y se esconde. Los uniformados no hacen mucho por revisar la zona. Pasan y saludan de lejos al reportero.
Lo mismo pasa en las inmediaciones de La Quebrada. En la colonia Tres Cruces, sobre la calzada Pie de la Cuesta. Se juntan cuatro “piqueras”. A la puerta de estas cervecerías de mala muerte hay pequeñas que no aparentan más de 17 años. Algunas son madres solteras y la obesidad las hace ver mayores.
Los antros son La Aurora y La Batalla, están a unos pasos de un Oxxo. Ahí una patrulla municipal hace guardia. Luego de un rato algunas sexoservidoras logran que les inviten unas quesadillas y después cobran 80 pesos por ir al baño del bar con el visitante… El sol ya salió…y la resaca es doble…
DIF: SI HAY LENOCINIO. Estimaciones del municipio señalan que hay cerca de 300 sexoservidoras en el puerto, las cuales para trabajar tienen que entregar una serie de copias de documentos, como credencial de elector, y recibir un carnet que deben mostrar a cualquier funcionario que se los pida. Las cifras flotantes dicen que hay hasta 6 mil prostitutas en el puerto.
Federico Miranda, director del Sistema DIF Municipal, acepta que hay prostitución infantil pero
que no se puede detener. Justifica: “Mientras que no intervengan los tres niveles de gobierno, esto va a seguir... necesitamos más energía y que todo mundo se involucre”.
Laura Mendoza es sexoservidora; revela: “Cada mes nos obligan a practicarnos exámenes para ver si tenemos Sida, nos cuesta 150 pesos pero llegamos a dar hasta 600 porque luego no nos los quieren regresar aunque estemos bien. Además, los policías nos piden diario 100 pesos para dejarnos trabajar”.
Desfilan como en concurso de belleza
Rosario “N” está desesperada. Es una mulata de ojos azules con a penas 17 años de edad. Es alta, casi 1.70, habla inglés y francés de manera perfecta. Es culta, estudió en el Colegio México, del Distrito Federal, pero hoy tiene que lograr que al menos diez hombres la escojan entre otras 20 mujeres para ganar 10 mil pesos.
Esta niña trabaja en “Rebeca”, el único burdel autorizado y resguardado por el municipio perredista de Acapulco. Aquí llegan empresarios y políticos; “hasta narcos”, se atreve a decir un taxista, para contratar el servicio sexual de mujeres que no superan los 21 años.
Este negocio está ubicado en el fraccionamiento Marroquín, a un costado de la colonia Progreso cerca de Avenida Cuauhtémoc. A un par de calles vive el ex senador perredista Félix Salgado Macedonio. De madrugada, aquí llegan hombres y mujeres de cualquier parte.
La entrada es amplia. Tiene un enorme estacionamiento donde se ven placas en autos estadunidenses. Hay carros de Sinaloa y Tamaulipas, claro, de Guerrero, pero también del Distrito Federal, de Tabasco y Campeche. Se suben dos escaleras de piedra. Arriba las mujeres, hermosas, esperan en tangas y pareos.
El visitante llega en penumbras. Encuentra un amplio patio que es utilizado como pista de baile. Hay mesas y sillas de hierro forjado, cada una con parasol, donde se sienten las visitas. Ahí un hombre, maduro y porteño ofrece algo de beber y llama a las mujeres. Aparecen 15, todas de formas atrevidas.
Luego de un rato el curioso escoge a una. Dice que se llama Montserrat. Lo invita a pasar a una habitación con una enorme cama, sala y espejos por todas partes. El cliente le dice que sólo quiere platicar. Ella accede pero le advierte que de cualquier forma tiene que pagarle. Y luego narra.
“Nos iba muy bien. En marzo tenía que haber ido a París, tenía una beca para estudiar mercadotecnia, pero mi papá se enfermó, le dio una embolia y perdió su negocio; era uno de los comerciantes más ricos de Acapulco y se quedó sin amigos... trabajo para pagar la deuda, comprar medicinas y comer, estamos en la calle”, confiesa.
Luego de casi una hora, un hombre golpea con energía la puerta. Exige que el cliente salga. Al momento entra violentamente. Toma al reportero del cinturón y lo lleva al estacionamiento, donde un taxi lo espera. Rosario se queda sin el pago por la plática. (Francisco Reséndiz)
Fuente:
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=208125